lunes, 5 de julio de 2021

FINANZAS PERSONALES

 LA NUEVA VISIÓN DE LA EDUCACIÓN FINANCIERA EN EL CONTEXTO DE UNA ECONOMÍA DIGITAL

Por Rafael Antonio García G.

        Desde la perspectiva personal, hoy más que antes, son mayores las responsabilidades de los ciudadanos en la toma de decisiones relacionadas con el uso de su dinero, teniendo en cuenta que los recursos financieros son esenciales para mejorar su calidad de vida; cumplir satisfactoriamente con actividades como la compra de alimentos y servicio, la adquisición de una casa o vehículo, disponer para disfrutar unas vacaciones, la cobertura de gastos médicos, crear un fondo para el emprendimiento o el retiro de la actividad laboral; solo por nombrar algunas, dependen de la correcta administración de los ingresos; dicho aprendizaje sólo se obtiene a través de procesos de educación financiera personal. Este tema lo tratamos en un post anterior, pero quiero en esta oportunidad ampliar las argumentaciones ya que es fundamental administrar eficientemente las finanzas personales por sus implicaciones a nivel individual, familiar, psicológico, conductual y social; incluso se ha considerado determinante en el comportamiento de la economía mundial. Definiremos educación financiera, tomando la publicada por la Organización para la Cooperación Económica (citado en López, 2021) en sus recomendaciones para el año 2020, que señala: “es la combinación de conciencia, conocimientos, competencias, actitudes y comportamientos necesarios para adoptar buenas decisiones financieras y, en último término, alcanzar el bienestar financiero individual”; aspecto que luego resumen Rhybe y Kelly (citado en Cárdenas y col., 2020) señalando que constituyen el conjunto de capacidades financieras necesarias para tomas buenas decisiones y alcanzar el bienestar financiero.

        En opinión de Mejías (2021), “una ciudadanía mejor educada en temas económicos y financieros no solo puede contribuir al mejor funcionamiento de la economía, sino también a que las políticas públicas sean más efectivas. Al empoderar a las personas para que tomen decisiones más informadas, se incrementa la probabilidad de que dichas decisiones sean mejores”; además, permite a los ciudadanos la comprensión y uso de la terminología especializadas, la realización de cálculos esenciales para sus principales operaciones, el manejo de información para contratar productos y servicios financieros; así como también, evaluar detalladamente las necesidades de compra para minimizar sus efectos compulsivos. La educación financiera es un catalizador que mejora la inclusión financiera por lo que se aminoran sus efectos sobre indicadores como la pobreza y la expansión de las operaciones financieras internas; teniendo ambos factores incidencias en la desigualdad social y la estabilidad económica. Los procesos de educación financiera introducidos en cada etapa de desarrollo cognitivo de las personas coadyuva a la formación de ciudadanos con mayor bienestar financiero; así como de los consecuentes beneficios en la salud física, emocional y social.  

        El advenimiento de la economía digital caracterizada por progresos continuos en las tecnologías de información y comunicación (TICs); así como los avances en inteligencia artificial y la internet de las cosas ofrecen nuevos retos a los procesos de educación financiera; asimismo, las tecnologías disruptivas: mejoran las oportunidades para la interacción entre cliente-instituciones, aumentan las  operaciones financieras a través de distintos dispositivos, favorecen la inclusión de la población, se crean nuevos negocios y emprendimientos, aumenta el acceso a la información entre otras ventajas. En opinión de la Comisión Económica para la América Latina (2013), la economía digital es “un facilitador cuyo desarrollo y despliegue se produce en un ecosistema caracterizado por la creciente y acelerada convergencia entre diversas tecnologías, que se concreta en redes de comunicación (redes y servicios, redes fijas-móviles), equipos de hardware (móviles multimedia 3G y 4G), servicios de procesamiento (computación en la nube) y tecnologías web (Web 2.0)”. Por su parte, Bukht y Heeks (citado en ONU, 2019), expresan que la economía digital “es parte de la producción económica deriva exclusiva y primordialmente de las tecnología digitales con un modelo de negocios basados en bienes o servicios digitales”. El término se atribuye a Don Taspcott quien en 1995, publica el libro “economía digital: Promesa y peligro en la era de la inteligencia en redes”; su obra proclamó el nacimiento de una nueva realidad económica signada por la inmediatez, la promoción de ambientes de negocios volátiles, globales y competitivos que desencadenarían en un progresivo crecimiento del conocimiento; gracias al valor agregado del trabajo mental.

        La educación financiera en el contexto de una economía digital considera las ventajas que se desprende de ambos constructos manteniendo presente los riesgos inherentes de su funcionalidad. Como característica, resalta el acceso en tiempo real a un mercado global moderador de los sueños profesionales de las generaciones actuales; que favorece las interacciones cliente-instituciones bajo una visión crítica; que en opinión de Pérez (2019) está cambiando  los significados de conceptos como el trabajo, la felicidad, el dinero; su resultado es la reconfiguración ética de la sociedad hacia posturas inclinadas al cuidado del medio ambiente. En consecuencia, irrumpe en el escenario una educación financiera digital como el seudónimo para empoderar de capacidades financieras a las nuevas generaciones cuyas características muestran marcadas diferencias con sus predecesores; los procesos de formación deben enfocarse en el estudio de mercados complejos con sistemas de conexión a escala global que utilizan sistemas monetarios digitales de alta volatilidad, riesgo y poco respaldo que obligan a sus demandantes al manejo de mayor cantidad de información y su seguimiento constante. Ante esta realidad, es fundamental para el ciudadano la creación de un plan de educación financiera que considere los elementos del ecosistema de la economía digital en los cuales se mezclan trabajo digital, identidad virtual, convivencia con robots, mayor inclusión, ciudadanía global, entre otros.

REFERENCIAS

Cárdenas S.; Cuadros P.; Estrada C. y Mejías D. (2020). Determinantes del bienestar financiero. Determinantes para América Latina. Disponible: https://scioteca.caf.com/bitstream/handle/123456789/1617/Determinantes_del_bienestar_financiero_evidencia_para_Ame%cc%81rica_Latina.pdf?sequence=8&isAllowed=y. [Consulta: 2021, junio 28].

 Comisión Económica para la América Latina (2013). Economía digital para el cambio estructural y la igualdad. Disponible: https://www.cepal.org/es/publicaciones/35408-economia-digital-cambio-estructural-la-igualdad. [Consulta: 2021, junio 24].

López J. (2021). Bienestar financiero y salud financiera. Disponible: https://todosonfinanzas.com/bienestar-financiero-y-salud-financiera/. [Consulta: 2021, junio 30]. 

Mejías D. (2021). ¿Cómo está la inclusión y educación financiera América Latina?. Visiones. Banco de Desarrollo de América Latina. Disponible: https://www.caf.com/es/conocimiento/visiones/2021/05/como-estan-la-inclusion-y-educacion-financiera-en-america-latina/. [Consulta: 2021, junio 20].

Organización de las Naciones Unidas (2019). Informe sobre economía digital 2019. Creación y captura de valor: repercusión para los países en desarrollo. Disponible: https://unctad.org/system/files/official-document/der2019_es.pdf.  [Consulta: 2021, junio 28].

Pérez A. (2019). Hacia una nueva educación financiera. Disponible: https://www.bbva.com/es/hacia-una-nueva-educacion-financiera/. [Consulta: 2021, junio 30].




domingo, 4 de julio de 2021

 

LA NUEVA VISIÓN DE LA EDUCACIÓN FINANCIERA EN EL CONTEXTO DE UNA ECONOMÍA DIGITAL

Por Rafael Antonio García G.

        Desde la perspectiva personal, hoy más que antes, son mayores las responsabilidades de los ciudadanos en la toma de decisiones relacionadas con el uso de su dinero, teniendo en cuenta que los recursos financieros son esenciales para mejorar su calidad de vida; cumplir satisfactoriamente con actividades como la compra de alimentos y servicio, la adquisición de una casa o vehículo, disponer para disfrutar unas vacaciones, la cobertura de gastos médicos, crear un fondo para el emprendimiento o el retiro de la actividad laboral; solo por nombrar algunas, dependen de la correcta administración de los ingresos; dicho aprendizaje sólo se obtiene a través de procesos de educación financiera personal. Este tema lo tratamos en un post anterior, pero quiero en esta oportunidad ampliar las argumentaciones ya que es fundamental administrar eficientemente las finanzas personales por sus implicaciones a nivel individual, familiar, psicológico, conductual y social; incluso se ha considerado determinante en el comportamiento de la economía mundial. Definiremos educación financiera, tomando la publicada por la Organización para la Cooperación Económica (citado en López, 2021) en sus recomendaciones para el año 2020, que señala: “es la combinación de conciencia, conocimientos, competencias, actitudes y comportamientos necesarios para adoptar buenas decisiones financieras y, en último término, alcanzar el bienestar financiero individual”; aspecto que luego resumen Rhybe y Kelly (citado en Cárdenas y col., 2020) señalando que constituyen el conjunto de capacidades financieras necesarias para tomas buenas decisiones y alcanzar el bienestar financiero.

En opinión de Mejías (2021), “una ciudadanía mejor educada en temas económicos y financieros no solo puede contribuir al mejor funcionamiento de la economía, sino también a que las políticas públicas sean más efectivas. Al empoderar a las personas para que tomen decisiones más informadas, se incrementa la probabilidad de que dichas decisiones sean mejores”; además, permite a los ciudadanos la comprensión y uso de la terminología especializadas, la realización de cálculos esenciales para sus principales operaciones, el manejo de información para contratar productos y servicios financieros; así como también, evaluar detalladamente las necesidades de compra para minimizar sus efectos compulsivos. La educación financiera es un catalizador que mejora la inclusión financiera por lo que se aminoran sus efectos sobre indicadores como la pobreza y la expansión de las operaciones financieras internas; teniendo ambos factores incidencias en la desigualdad social y la estabilidad económica. Los procesos de educación financiera introducidos en cada etapa de desarrollo cognitivo de las personas; en opinión de García (2020) “ayuda a los niños a comprender el valor del dinero y la necesidad del ahorro, a los jóvenes a prepararse para su independencia mediante la adquisición de activos, y a los adultos a seleccionar adecuadamente sus inversiones teniendo en cuenta los niveles de riesgo; así como también, la planificación de su retiro o jubilación”. 

El advenimiento de la economía digital caracterizada por progresos continuos en las tecnologías de información y comunicación (TICs); así como los avances en inteligencia artificial y la internet de las cosas ofrecen nuevos retos a los procesos de educación financiera; asimismo, las tecnologías disruptivas: mejoran las oportunidades para la interacción entre cliente-instituciones, aumentan las  operaciones financieras a través de distintos dispositivos, favorecen la inclusión de la población, se crean nuevos negocios y emprendimientos, aumenta el acceso a la información entre otras ventajas. En opinión de la Comisión Económica para la América Latina (2013), la economía digital es “un facilitador cuyo desarrollo y despliegue se produce en un ecosistema caracterizado por la creciente y acelerada convergencia entre diversas tecnologías, que se concreta en redes de comunicación (redes y servicios, redes fijas-móviles), equipos de hardware (móviles multimedia 3G y 4G), servicios de procesamiento (computación en la nube) y tecnologías web (Web 2.0)”. Por su parte, Bukht y Heeks (citado en ONU, 2019), expresan que la economía digital “es parte de la producción económica deriva exclusiva y primordialmente de las tecnología digitales con un modelo de negocios basados en bienes o servicios digitales”. El término se atribuye a Don Taspcott quien en 1995, publica el libro “economía digital: Promesa y peligro en la era de la inteligencia en redes”; su obra proclamó el nacimiento de una nueva realidad económica signada por la inmediatez, la promoción de ambientes de negocios volátiles, globales y competitivos que desencadenarían en un progresivo crecimiento del conocimiento; gracias al valor agregado del trabajo mental.

La educación financiera en el contexto de una economía digital considera las ventajas que se desprende de ambos constructos manteniendo presente los riesgos inherentes de su funcionalidad. Como característica, resalta el acceso en tiempo real a un mercado global moderador de los sueños profesionales de las generaciones actuales; pero que a la vez, favorece las interacciones cliente-instituciones bajo una visión crítica; que en opinión de Pérez (2019) está cambiando  los significados de conceptos como el trabajo, la felicidad, el dinero; su resultado es la reconfiguración ética de la sociedad hacia posturas inclinadas al cuidado del medio ambiente. En consecuencia, irrumpe en el escenario una educación financiera digital como el seudónimo para empoderar de capacidades financieras a las nuevas generaciones cuyas características muestran marcadas diferencias con sus predecesores; los procesos de formación deben enfocarse en el estudio de mercados complejos con sistemas de conexión a escala global que utilizan sistemas monetarios digitales de alta volatilidad, riesgo y poco respaldo que obligan a sus demandantes al manejo de mayor cantidad de información y su seguimiento constante. Ante esta realidad, es fundamental para el ciudadano el desarrollo de un plan de educación financiera que considere los elementos que se agregan como resultado de la economía digital en ecosistemas que mezclan trabajo digital, identidad virtual, convivencia con robots, mayor inclusión, ciudadanía global entre otros.

 

REFERENCIAS

Cárdenas S.; Cuadros P.; Estrada C. y Mejías D. (2020). Determinantes del bienestar financiero. Determinantes para América Latina. Disponible: https://scioteca.caf.com/bitstream/handle/123456789/1617/Determinantes_del_bienestar_financiero_evidencia_para_Ame%cc%81rica_Latina.pdf?sequence=8&isAllowed=y. [Consulta: 2021, junio 28].

 

Comisión Económica para la América Latina (2013). Economía digital para el cambio estructural y la igualdad. Disponible: https://www.cepal.org/es/publicaciones/35408-economia-digital-cambio-estructural-la-igualdad. [Consulta: 2021, junio 24].

 

García R. (2020). Estrategias para el desarrollo de competencias financieras personales. Trabajo de investigación no publicado.  Universidad Nacional Experimental de los Llanos Occidentales Ezequiel Zamora (UNELLEZ), Barinas. 115 pp.

 

López J. (2021). Bienestar financiero y salud financiera. Disponible: https://todosonfinanzas.com/bienestar-financiero-y-salud-financiera/. [Consulta: 2021, junio 30]

 

 Mejías D. (2021). ¿Cómo está la inclusión y educación financiera América Latina?. Visiones. Banco de Desarrollo de América Latina. Disponible: https://www.caf.com/es/conocimiento/visiones/2021/05/como-estan-la-inclusion-y-educacion-financiera-en-america-latina/. [Consulta: 2021, junio 20].

 

Organización de las Naciones Unidas (2019). Informe sobre economía digital 2019. Creación y captura de valor: repercusión para los países en desarrollo. Disponible: https://unctad.org/system/files/official-document/der2019_es.pdf.  [Consulta: 2021, junio 28].

 

Pérez A. (2019). Hacia una nueva educación financiera. Disponible: https://www.bbva.com/es/hacia-una-nueva-educacion-financiera/. [Consulta: 2021, junio 30].

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